domingo, 30 de agosto de 2009

Centinela Nocturno

Señor, esta noche me conduelo por ti, soy un hijo privilegiado, duermo seguro, satisfecho, nada amenaza, ninguna llaga de abandono doliente en solitario lecho, quiebra mi saludable bienestar; no respiro la angustia aterradora del corazón herido de muerte.

Ningún pobre africano ensucia mi ventana cos sus enfangadas manos , ni mira al interior con ojos enfermos de hambre y desamor. ¡¡Pero hay miles alrededor de tus ventanas!! Ningún maldito y desheredado de casa y familia me reclama el césped para hacer su cama esta noche.

Ningún sollozo desesperado, desconsolado me estremece desde antros de vicio ni me alarma el gélido lamento del suicida en su último gesto, no me aflige el jadeo de ningún soldado herido lejos de su tierra.

No me perturba el ruido del frenazo, el choque y el silencio que sigue en la calle ensangrentada. Ni siquiera llego a imaginar la razón de las lágrimas tras la puerta de enfrente.

Pero durante las horas que las estrellas velan, tú no puedes dormir. Tú no puedes pasar a la otra acera, ni mirar hacia el otro lado. Tú recoges cada punzada de dolor y cuentas nuestros suspiros. Tuya es la agonia torturadora de sentir nuestra tragedia universal.

Señor, esta noche me conduelo por ti.

Autor: Robert Wieland

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