domingo, 6 de septiembre de 2009

INVITACIÓN

Señor, ven a mi casa, ven a posar conmigo,
así como lo hiciste ya muchos siglos ha,
yo cual Zaqueo bajo del árbol
y contigo deseo estrechar lazos.
¡Ven, todo listo está!

No mires, ¡oh Dios mío!, mi pequeñez innata;
conduélete del alma que clama con tesón,
que si por mucho tiempo mi vida fue ingrata,
ahora de rodillas implora tu perdón.

Ven, ¡oh Señor! Abierta la puerta de mi estancia está
para que entre tu augusta majestad,
y tu divino paso transformará en fragancia
y en luz el duro suelo de mi honda soledad.

Yo sé que tu presencia hará de mi morada
un límpido refugio pletórico de paz.
¡Pasa el umbral, oh Padre!, y posa tu mirada
en esta humilde casa que anhela tu solaz.

Allí, Señor, te espera aquel mullido trono
que con amor y gozo te hice para ti,
si es cierto que es muy humilde
y estaba en abandono,
ahora ya no tiene lo que era baladí.

Contigo como huésped, ¡oh cuán feliz seré!
Terminará mi angustia, mi salvación veré;
entonces con mi llanto de gozo y alegría
y con unción ferviente tus pies yo lavaré.


Mercedes de Bernal

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